Tratamos en este artículo las seis razones motivadoras que no suelen funcionar en Compliance, hay más, pero las que relacionamos a continuación, son de las más comunes.
Hace unos días aproveché un viaje de trabajo para sentarme solo –algo que es difícil conseguir en estos tiempos- en algún lugar donde reflexionar acerca del origen del universo. No estuve mucho tiempo solo, pues mi natural inclinación a la sociabilidad me forzó a entablar conversación con tres personas que estaban en aquel bar (¿qué mejor lugar para reflexionar?)
Al poco rato nos hallábamos compartiendo los motivos que nos habían llevado a cada uno hasta allí. Conté a qué me dedicaba y se abrió un mundo de inquietudes y críticas acerca del compliance, sus objetivos y la “verdad” de por qué existe el compliance en las organizaciones.
Mis interlocutores trabajaban en grandes empresas e inmediatamente intuí que no creían en lo que el compliance predica.
La generación de cultura ética en las organizaciones es un objetivo imposible de alcanzar porque, sencillamente, se opone a la estrategia de crecimiento empresarial y es algo puramente cosmético. El compliance lo hacen los jefes para fastidiar al que está por debajo y quedar ellos bien.
No otro es el destilado que resume un par de horas de conversación con tres desconocidos.
Me fui al hotel caminando –el mejor momento de soledad del día- y pensando acerca de las razones que aquellas personas me habían dado. No me sentía incómodo porque eran las mismas que yo me he dado durante años, pero me vi obligado a examinarlas y combatirlas como si tuviera que refutarlas para convencerme a mí mismo y continuar mi trabajo con mis clientes.
Qué es lo que no suele funcionar en Compliance
¿Se equivocan las organizaciones que establecen como objetivo contar con un sistema de gestión del compliance? ¿pierden el tiempo y el dinero?
¿Cuáles son las razones motivadoras que llevan a los órganos de administración y a los ejecutivos a impulsar el compliance?
¿Son esas razones lo suficientemente sólidas y poderosas como para que sus esfuerzos no resulten estériles y tengan continuidad?
1. Me lo exigen en mi organización. Está en mis objetivos.
Mal.
O es consecuencia de que la organización –jerárquicamente por encima de quien decide iniciar el camino- ha explicado muy mal para qué sirve el compliance o es consecuencia de que la propia organización no cree en ello.
En cualquier caso, no sirve. No es una razón motivadora porque tarde o temprano dejarán de presionarte con tus objetivos de compliance y entonces no harás nada.
2. Lo hago para protegerme.
Mal.
Está claro que conocer los riesgos de cumplimiento para evitar sanciones o problemas y con ello la pérdida de tu propio puesto de trabajo es una poderosa razón, pero no es suficiente porque siempre tenemos a quien echarle la culpa por abajo cuando ocupamos un puesto de alta dirección.
La voluntad de avanzar en ese camino estará siempre supeditada a la propia tranquilidad: se destinarán solo los recursos mínimos que nos den tranquilidad, pero a nosotros personalmente. No a la organización. Aplicaremos la ley del mínimo común denominador y, lo que es peor, centraremos nuestros esfuerzos en tener “limpio” nuestro propio patio. No toda la finca en la que habitamos.
3. Los clientes empiezan a pedir que demostremos nuestro compromiso con el compliance
Mal.
Nuestros clientes corporativos no son lo único que importa. Importa la sociedad, importan nuestros empleados, importan los consumidores, importa el futuro de nuestra empresa, aunque sepamos que nuestra carrera profesional no se acabe en ella.
Simplemente cumplir con lo que te piden los clientes es fácil. Que alguien certifique que cumples. Pocos te auditarán. Firma lo que haga falta. Se trata de conseguir negocio. Adelante…
4. Lo exigen las normas y los reguladores me fiscalizan.
Mal.
Las normas no te exigen más que cumplas con ellas. Nadie te exige -salvo en algunos países concretos o en algunos sectores y materias específicas- que mantengas un sistema de gestión de compliance, ni de prevención de delitos. Si es por esto mejor no hagas nada, no te preocupes, y limítate a exigir a los empleados que cumplan con las leyes. Total… los reguladores a veces son muy estrictos y también se equivocan, y para luchar contra ello cuentas con equipos jurídicos que se las saben todas.
Ya se encargarán los asesores de “empantanar” el pleito durante años y cuando condenen o sancionen a tu organización ya nadie se acordará de por qué la sancionaron y, posiblemente, con suerte ya estés en otro puesto de responsabilidad con mejor salario del que hoy tienes.
5. Me viene bien para descubrir fraude interno y personas poco comprometidas con la organización.
Mal.
No te hace falta un sistema de compliance. Rodéate de una cohorte de informadores, haz contrainteligencia en tu propia organización, genera cultura del miedo, despide sospechosos, haz auditorías sorpresivas, confía solo en aquellos que demuestran compromiso con tus reglas.
Por ese camino probablemente, no es seguro, evitarás que tu organización “salga en los papeles” pero no habrás conseguido que las personas que trabajan contigo se sientan motivadas porque confían en la organización.
6. Me cuelgo una medalla. Lo pondré en mi currículum.
Mal.
Lo tomarás como un objetivo personal y obligarás a tus colaboradores a hacer cosas que no son urgentes ni imprescindibles con tal de quedar bien con los socios o patronos. En tanto que no pensarás en la organización, tu esfuerzo dependerá de tu compensación y cuando pienses que has satisfecho tu objetivo dejarás de impulsar tu logro. Nadie seguirá tu camino y, lo que es peor, cuando te vayas habrá una regresión porque alguien pensará que tu énfasis en ello era falso.
Estas son las seis razones motivadoras que no suelen funcionar en Compliance. Otro día relataré otras tantas razones motivadoras que sí funcionan. Pero esto es fácil porque solo hay que dar la vuelta a estas. Vosotros mismos podéis hacerlo.
Luis Ávila
Consultar perfil