Tenía yo diecinueve años cuando asistí al estreno de «Alien el octavo pasajero» en el cine Real Cinema de Madrid. He vuelto a ver esta genial película de Ridley Scott y he escuchado frases en las que no reparé hace cuarenta y dos años.
Por ejemplo, la que pronuncia el oficial científico y médico de la expedición Ash (Ceniza) cuando es descubierto por el resto de la tripulación de la nave comercial Nostromo como un humanoide que cumple fielmente los designios de «La Compañía», corporación propietaria de la nave, quien recibe secretamente instrucciones de mantener a salvo al alienígena hasta llevarlo a la Corporación, con independencia de lo que pueda ocurrirle a la tripulación.
Cuando Ash es «neutralizado» por Lambert y Parker, les dice «no tenéis la más mínima oportunidad de sobrevivir pero contáis con toda mi simpatía» (Un clásico entre los que son malos: «Sé que te estoy metiendo en un lío pero tu tranquilo, que te tengo mucho aprecio»).
CONCIENCIA, REMORDIMIENTOS Y MORALIDAD.
Antes de ser eliminado Ash dice que admira al Alien porque es «un superviviente al que no afectan la conciencia, los remordimientos ni las fantasías de moralidad«.
Finalmente, Ripley (esa genial Sigourney Weaver, ¿tendrá algo que ver el apellido Tejón en esto?) consigue, en una escena culminante y llena de tensión, deshacerse del Alien, aunque ahora, cuarenta años después, sabemos que solo parcialmente.
La frase de Ash y la posterior historia del propio Alien que regresa una y otra vez sin sus escrúpulos (¿Por qué versión vamos ya?) me hace pensar que Ridley Scott, o sus guionistas, estaban pensando que Alien no era solo una forma de vida alienígena, sino algo más…
Esa, y no otra, era la razón por la que la Corporación que dirigía los destinos de la nave Nostromo, quería mantenerle con vida.
A la Corporación le daba igual lo que pasara con la tripulación, es decir, antepone sus intereses a lo que les ocurra a los empleados, despreciando incluso sus vidas. Lo único que le interesa es rescatar al Alien vivito y coleando caiga quien caiga. Haya víctimas o no, eso es irrelevante y si las hay, un daño colateral como mucho.
Para conseguir sus objetivos empresariales no duda en infiltrar en Nostromo a un «robot humanoide» que controla el ordenador central de la nave («Madre»). Vamos, el tío que controla el IT, que entonces, hace cuarenta años, eran (igual que hoy) combinaciones de ceros y unos.
Alien es para la Corporación -en palabras de su esbirro- admirable, porque no le afectan «ni la conciencia, ni los remordimientos, ni las fantasías de moralidad…» Vamos, en otras palabras: un corrupto en toda regla; un corrupto en grado superlativo. La saga Alien ha dado pie, que yo sepa, a una serie de secuelas, hasta seis, en donde el genial corrupto, que no tiene fantasías de moralidad, ha pervivido.
¿ES ALIEN ALGO MÁS QUE UN SUPERVIVIENTE SIN ESCRÚPULOS?
Más allá del hecho de que la criatura generada tenga vida por sí misma, e incluso en algunas películas se reproduzca con facilidad, no es difícil establecer correlaciones entre la historia de ficción y la realidad empresarial, la realidad de las administraciones públicas, o la realidad de los partidos políticos.
Sin duda, la monstruosa criatura pervive porque la Corporación originalmente no reparó en medios para hacerse con ella… Contratamos a este Director General porque «es un auténtico monstruo de las cifras«. Luego, igual, el monstruo se vuelve en nuestra contra, pero para entonces ya habremos conseguido suficientes beneficios.
El pobre robot Ash es el típico mandado que ejecuta lo que la Corporación le dicta, total, es un robot que no piensa. ¿cuántos robots como Ash conocemos? ¿cuántas personas son -directa o indirectamente- utilizadas por la Corporación para conseguir sus fines a toda costa?. Es más… si el Ceniza es calcinado, solo hemos perdido un robot… ya construiremos otros.
Las víctimas, empleados de la Corporación, pasan a mejor vida como héroes, que no está nada mal. El sacrificio está justificado porque hay un bien superior: la pervivencia de los negocios de la Corporación… (Hasta que presente concurso).
Hasta tenemos un ordenador central (Madre) que todo lo ve, sabe y controla, pero no deja de ser una máquina útil: un cortafuegos que permitirá que los responsables de la Corporación tengan una coartada si algo sale mal: «No fuimos nosotros, la máquina se volvió loca».
No está demostrado científicamente que Alien tuviera en sus genes la capacidad de corromper (más allá de su líquido intravenoso que era capaz de perforar el metal de la nave Nostromo), pero su falta de conciencia, de remordimientos y ausencia de fantasías sobre moralidad, lo convertía en una máquina perfecta de «ciscarse» en todo.
¿Cuántas personas existen en las organizaciones, grandes o pequeñas, que no tengan conciencia o que no incluyan en su diccionario la palabra «remordimientos» o que adolezcan de «fantasías sobre moralidad«?
Si la respuesta es «muchas» eso es que la saga Alien va a seguir entreteniendo nuestro ocio, no en el cine, sino a través de titulares de prensa, como ocurre prácticamente a diario.
La buena noticia es que «Alien el octavo pasajero» es una película de 1.979 y que algunas cosas han cambiado desde entonces…
Luis Ávila. Legal Compliance, S.L. ©